En este artículo vamos a comentar el planteamiento de que la gracia salvadora de Dios se aplica eficazmente a aquellos a quienes Él ha determinado salvar (los elegidos) y la cual (en el tiempo dispuesto por Dios) vence la resistencia de éstos mismos a obedecer el llamado del evangelio, finalmente llevándolos a la fe en Cristo.
¿Enseña tal cosa la Biblia? Por supuesto que no. Tenemos que decirle a nuestros amigos calvinistas contemporáneos las palabras de Jesús en Mateo 22:29: «Erráis ignorando las Escrituras y el poder de Dios».
Aparte de todos los textos que ya he compartido en los artículos anteriores sobre el calvinismo, y que invito a leer para rebatir los argumentos de su teología, quiero recordar las palabras de San Pablo en 1ª Corintios1:21 «Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación«. ¿Por una gracia irresistible? ¡¡NO!! ¿por la locura de la predicación? ¡¡SI!!
Romanos 10:8-14: «Mas ¿qué dice? Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón. Esta es la palabra de fe que predicamos: que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación. Pues la Escritura dice: Todo aquel que en él creyere, no será avergonzado. Porque no hay diferencia entre judío y griego, pues el mismo que es Señor de todos, es rico para con todos los que le invocan; porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo. ¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?».
Romanos 10:17 «Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios».
Romanos 1:16-17 «Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree. Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá».
El término «poder» es traducido por el diccionario Vine como: «poder, capacidad inherente. Es decir, se vale de obras de origen y carácter sobrenatural, que no podrían ser producidas por agentes y medios naturales».
No es pues un calificativo retórico sino toda una declaración. El mensaje del evangelio de Jesucristo empodera milagrosamente al que lo escucha con fe. Es decir, que responde creyendo. Hebreos 4:2 «porque también a nosotros se nos ha anunciado la buena nueva como a ellos; pero –a ellos- no les aprovechó el oír la palabra, por no ir acompañada de fe en los que la oyeron. Y es que sin fe es imposible agradar a Dios». (Hebreos 11:6) Recordemos aquel episodio de Jesús predicando en la sinagoga de Nazaret que concluye con el comentario de Mateo diciendo que Jesús no hizo muchos milagros allí a causa de la incredulidad de ellos. (Mateo 13:58) La fe nos conecta con las bendiciones y potencias de Dios, mientras que la incredulidad nos aleja de ellas.
Cuando la predicación del evangelio recibe una respuesta de fe se genera una nueva criatura, un nuevo nacimiento sellado por el Espíritu Santo. A semejanza del momento de la fecundación humana, en que cuando se unen el espermatozoide y el óvulo se produce una nueva criatura con su propio genoma y alma. Efesios 1:13 «En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa».
Hemos visto que el mensaje del evangelio «empodera» al pecador para responder con fe. Ahora quisiera conducirlo también al punto de vista del arrepentimiento.
¿Puede un hombre pecador arrepentirse de sus pecados y elegir el bien que Dios ofrece? Los calvinistas dicen que no puede, pero las Escrituras nos permiten afirmar que sí puede. Y puede porque Dios ha concedido que pueda. Así de fácil y así de rotundo.
El mensaje del evangelio del reino predicado desde el inicio del ministerio de Jesucristo fue un llamado al arrepentimiento para la «Casa de Israel» (Marcos 1:14-15 «…Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios, diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio». Mateo 15:24 «Jesús respondiendo, dijo: No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel»). Para conducirlos a Cristo, Dios les había dado en el Sinaí la ley de Moisés como un subsidio añadido a la ley de la conciencia general de la humanidad. Gálatas 3:24 «De manera que la ley ha sido nuestro ayo –de los judíos-, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe. Pero venida la fe, ya no estamos bajo ayo, pues todos (judíos y gentiles) sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús». El ministerio de Jesús comportaba tanto el cumplimiento de la ley de Moisés, como el establecimiento de «la ley de Cristo» y la consumación de la redención anunciada, primeramente al judío, pero también al pagano (Juan 10:16 «También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquéllas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor». Marcos 16:15 «Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura«. Efesios 2:14-19 «Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación… y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo… Y vino y anunció las buenas nuevas de paz a vosotros que estabais lejos, y a los que estaban cerca; porque por medio de él los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre. Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios».
La potencia providencial y milagrosa de la «palabra» de Jesucristo, que conocemos como el Evangelio, nos puede maravillar y sorprender, como le sucedió a Natanael con aquella respuesta de Jesús en su primer encuentro, Juan 1:50 «Respondió Jesús y le dijo: ¿Porque te dije: Te vi debajo de la higuera, crees? Cosas mayores que estas verás». Y ciertamente las veremos cuando leemos en Juan 5:25, Juan 5:28-29 «los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oyeren vivirán». Y encontramos relatos del poder de la Palabra de Jesús en ocasiones como las resurrecciones de Lázaro (Juan 11:43-44) o de la hija del principal de la sinagoga de Marcos 5:35-42, o deteniendo tormentas con su voz, como en Lucas 8:23-25.
Cuando Pedro fue a casa de Cornelio y se abrió la puerta para que los gentiles entrasen en la gracia del evangelio, siendo ratificada esta entrada por el Espíritu Santo, cuando luego regresa a Jerusalén para informar de este acontecimiento extraordinario, los creyentes exclaman: Hechos 11:18 «Entonces, oídas estas cosas, callaron, y glorificaron a Dios, diciendo: ¡De manera que también a los gentiles ha dado Dios arrepentimiento para vida!»
Así que a los gentiles por el mismo don y poder de Dios otorgado al del evangelio, nos permite milagrosamente responder a la llamada del evangelio arrepintiéndonos. la potencia de Dios para salvar faculta y permite que tanto a judíos como gentiles puedan responder si quieren con arrepentimiento a la oferta gratuita de Dios para ser justificados por medio de la fe en Cristo Jesús a través de la predicación del Evangelio.
Lo más emocionante para los cristianos es lo que leemos en 2ª Corintios 5:18-20 «Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; …y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros…«.
Y quiero terminar este artículo con la frase de Hechos 19:10 que me gusta mucho sobre el ministerio del apóstol Pablo en Éfeso: «por espacio de dos años, todos los que habitaban en Asia, judíos y griegos oyeron «la palabra del Señor Jesús».