una chica gótica caminando por la calle
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Hace poco más de un mes se produjo en España un crimen que conmocionó a la opinión pública. Así daba la información el diario El Mundo de lo sucedido: Ch*** (una menor de 14 años que asesinó a su compañera de clase Cristina de 13) demostró en su confesión la misma frialdad que aparece en sus imágenes de Tuenti. Tras varios interrogatorios confesó el crimen sin mostrar ni un ápice de arrepentimiento. Marcó el lugar donde estaba el cadáver y explicó fríamente cómo asesinó a Cristina: la golpeó, le cortó una muñeca, la tiró al pozo y luego intentó ocultar el cuerpo cubriéndolo con piedras.”

     A Ch***, una estudiante de 14 años de una localidad cercana a Madrid, le gustaba lucir una apariencia de la moda que se conoce como “gótica”. Moda que ha sido muy comentada hace poco tiempo en España, porque las hijas del presidente Zapatero acudieron a una recepción oficial en la Casa Blanca vestidas de esa guisa. Una frase promocional de la tienda de moda Marie-Claire, define la moda gótica de las adolescentes con la frase: “brujitas de día, vampiresas de noche”.

     El origen de este tipo de “look” procede de la estética de una popular serie norteamericana de televisión, muy famosa allá por los años 60, llamada “la familia Adams”. Y en particular, del personaje de la madre en la serie, que responde al nombre de “Morticia”, una palabra derivada del término latino ‘mortis’ que significa muerte, donde ella era una mujer vampiro, que vestía de una forma parecida a lo que usan los jóvenes góticos de hoy.

     A Ch***, como a muchas otras adolescentes que han adoptado ese aspecto en su vestimenta y maquillaje, les fascinan los iconos relacionados con el vampirismo y la brujería. Buen ejemplo de ello, en este caso, eran el tipo de imágenes que `colgaba` en su muro de la red social Tuiter. Estoy seguro que CH*** como muchas otras chicas adolescentes que siguen este tipo de moda, todo empezó siendo como un juego estético con el que quieren expresar una cierta rebeldía social a los cánones establecidos con esta expresión del gusto por lo feo, lo horrible. Lo que no sabía probablemente es que esta subcultura gótica cuya expresión es la estética, viene acompañada de toda una ideología. Detrás vendrá la relación que establecen con otros chicos de semejantes ‘gustos’, y se encontrará formando parte de un grupo, compartiendo un determinado sistema de vida, de gustos y de valores. Los chicos ó chicas a los que les gusta lo gótico, como otros semejantes de otros tipo de moda/movimiento, se relacionan entre ellos ya sea de forma física, ó virtual por medio de alguna de las muchas redes sociales que existen en Internet. En ellas intercambian mensajes de sus fantasías relacionados con la brujería ó los contenidos de los muchos personajes que con ese look forman parte de las revistas y comics destinados a adolescentes.

     Lo que para algunas personas formadas no pasarían de ser simples majaderías adolescentes. Una simple expresión estética. Y para algunos diseñadores de moda un negocio más. Para muchos chicos y chicas, que están viviendo en ese período de formación de su personalidad, y en el cual en muchas ocasiones no distinguen fácilmente entre la realidad de la vida y la ficción de sus sueños y fantasías, es una forma de vida. Vida condicionada por las aventuras de sus héroes del comic. Por los intercambios de ideas y fantasías con otros jóvenes desorientados que provienen de un submundo cuyas familias, por regla general, poseen un déficit de valores y principios, ó que aun teniéndolos han desertado de ellos para educar a sus hijos por el temor de ser vistos como anticuados ó conservadores.

     Es muy común entre los jóvenes góticos sentir una fascinación por temas de terror como libros ó películas que hablan de muertos vivientes, ó que ensalzan la brujería, los sortilegios, espiritismo, amuletos, magia negra y sienten una fascinación por la muerte. De ahí que esta chica Ch*** después de golpear a su compañera y la dejase inconsciente, le hizo un corte profundo en una de sus muñecas para que se desangrase, mientras veía como se moría. Luego arrojó el cuerpo a un pozo, echó un buen número de piedras encima hasta que el cuerpo quedó oculto y regresó a su casa para escribir tranquilamente en su muro del Tuiter: “He visto morir a alguien”.

     Hace menos de dos años que en San Fernando (Cádiz) otras dos adolescentes góticas, de nombres Iria y Raquel, de 16 y 17 años, asesinaron de 18 puñaladas a una compañera del instituto. En su declaración a la policía dijeron que la mataron para ver “que se sentía al matar”. Uno de sus ‘héroes’ de su fantasía adolescente era otro menor que fue muy conocido en España en el año 2000, por el apodo de “El asesino de la catana”, un joven murciano de 16 años que asesinó con una catana a sus padres y a su hermana, que tenía síndrome de Down, mientras dormían, después de planearlo detenidamente.

     La delincuencia y la violencia adolescente en España, sin embargo no se reduce a este grupo, sino que en los últimos años se ha desarrollado de una forma espectacular. Las autoridades manifiestan continuamente su preocupación por la proliferación de bandas de jóvenes delincuentes conocidas como ñetas, skinhead, neonazis, antifascistas, latin King, bakalas, ultras de equipos de futbol, okupas, grupos violentos afines a partidos políticos extremistas, terroristas urbanos ó kale borrokas, que atraen cada día a más chicos de ambos sexos, y cada vez más jóvenes. Solo una pequeña parte de esta delincuencia llega a los medios de comunicación, cuando los sucesos son muy graves ó llamativos. Así que en el último año hemos leído como seis chicos de 11 años violaron a una chica deficiente. O como una chica de 16 años prostituía a su hermana de 13. El año pasado, durante las fiestas de Pozuelo de Alarcón, un pueblo próximo a Madrid que se distingue por el alto nivel de vida de sus habitantes, un grupo de jóvenes por diversión asaltó una comisaría durante las fiestas y se enfrentó a la policía con el resultado de 3 coches de policía quemados, y 20 agentes heridos.

     El caso del asesinato de la joven Sandra Palo es probablemente el más conocido de España. Unos delincuentes adolescentes conocidos como “la banda del chupete” por su juventud, y muy conocidos por muchas de sus fechorías, tenían aterrorizados al vecindario de varios pueblos de Madrid, secuestraron, violaron y quemaron viva a una joven llamada Sandra. Y como todavía conservaba la vida, la atropellaron repetidamente con un coche hasta que murió.

     Si estos casos son los más llamativos por su violencia, no por ello son menos peligrosos muchos otros que se producen de forma cotidiana en nuestro país. En el año 2009 el número de menores encausado en España por delitos diversos ha sobrepasado la cifra de 30.000 en una estadística que crece de día en día. Psiquiatras, educadores, especialistas y responsables de la seguridad ciudadana advierten que este es un problema que lejos de estar controlado se dispara exponencialmente. Representa el fracaso de aquellas predicciones que decían que una educación en valores en el colegio, el desarrollo democrático de la sociedad y la mejora del nivel de vida de las familias iban a resolver este tipo de problemas. Pero la cruda realidad ha demostrado que por más medios económicos que se han aportado a la educación, por más especialistas en pedagogía y salud mental, por más campañas de concienciación de corresponsabilidad familiar, por más centros e instituciones dedicadas a la ayuda a la familia, cada día que pasa tenemos una juventud más violenta y militando en las diferentes rutas de la delincuencia.

     Dicen los especialistas que muchos de estos adolescentes delincuentes son violentos, crueles y fríos. Que no expresan sentimientos de pesar ó arrepentimiento por sus actos, ni siquiera cuando son descubiertos y detenidos. Por el contrario, el cinismo, la chulería y presunción de sus fechorías son las reacciones más frecuentes, así como el desprecio a la autoridad y a la justicia. Al leer estas afirmaciones de los expertos en delincuencia juvenil, me parece estar leyendo 2ª Timoteo 3:1-4: “Debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres egoístas, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, desenfrenados, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, envanecidos, amadores de los deleites más que de Dios”. Y este carácter lo encontramos ya en la misma adolescencia.

     Incluso en jóvenes que parecen más controlados en su vida cotidiana no es extraño que confiesen que para ellos divertirse consista en hacer botellones donde beben hasta perder cualquier inhibición moral. O que han consumido de forma regular ó esporádica drogas de diseño, anfetaminas, marihuana, cocaína, heroína, LSD, hachís, cuando tenían suficiente dinero ó incluso esnifar pegamento si no lo tenían, con el propósito de ‘colocarse’ ó ‘volar’. Es decir, obtener experiencias que luego son muy celebradas con sus colegas de diversión. O asistir a conciertos multitudinarios en los que además de todo lo anterior, de desenfrenarse con la música y las sustancias en muchas ocasiones desemboca en relaciones sexuales promiscuas, ó desde luego carentes del menor signo de compromiso. De ahí que a pesar de toda la información sexual, de los numerosos métodos anticonceptivos que tienen a su alcance, el número de embarazos de adolescentes sigue creciendo sin parar y que luego acaban en la mayoría de las veces con abortos que dejan secuelas psicológicas graves a las adolescentes.

     Podemos afirmar que esta situación de la adolescencia es el resultado de la confluencia de cuatro factores principales:

  • Ideologías políticas decididamente orientadas a degenerar a la juventud porque sus estudios sociológicos han descubierto que en ese caldo de cultivo se asegurarán un caudal importante de votos que les permitirán alcanzar ó mantener el poder.
  • Grupos económicos, legales ó ilegales, cuyos análisis de marketing les revela que desarmando moralmente a los jóvenes pueden hacer buenos negocios convirtiéndolos en consumidores de sus productos, ya sean artículos de moda, drogas, bebidas, música, conciertos, etc.
  • Grupos ideológicos ya sean políticos ó sociales, interesados en imponer una visión materialista del ser humano, expulsando a Dios y a la moral de las conciencias individuales y colectivas de las personas, y que piensan que tendrán más éxito cuanto más jóvenes se alcancen, y por lo tanto menos formados están para ofrecer resistencia.
  • Los padres que han despreciado los valores morales y familiares en los que la mayoría de ellos fueron educados. En unos casos porque quieren aparentar ser modernos aceptando cualquier moda, idea ó extravagancia de sus hijos, sucumbiendo ante los estereotipos ridículos a los que los anteriores han reducido a la familia tradicional. En otros casos porque no quieren asumir los enfrentamientos y tensiones que genera una educación en disciplina. También porque ellos mismos han perdido la autoridad moral que requiere ese tipo de educación, que es ser un ejemplo, un referente moral de sus hijos. Y finalmente porque muchos han comprado la idea peregrina de que los padres “deben ser amigos de sus hijos”, cuando los chicos pueden tener amigos y colegas en cantidad, pero padres no. Y si han desertado de su responsabilidad de padres, de facto han convertido a sus hijos en unos chicos huérfanos, cuya educación será llevada a cabo por sus amigos, es decir, otros chicos semejantes a ellos. Finalmente la escasa dedicación de tiempo para prepararse para responder ó debatir sobre las ideas perniciosas que todos estos medios están continuamente inculcando en los hijos.

     La problemática no es diferente en el caso de las familias cristianas. Sus hijos reciben los mismos mensajes que los otros. Padecen de igual manera el impacto de los medios de comunicación, televisión, cine y revistas principalmente, de las políticas de educación sin valores. Ven los mismos programas de telebasura, películas ó series. Les llegan las mismas declaraciones de cantantes ó actores de moda ó famosos de cualquier pelaje estimulándolos al hedonismo, a la rebeldía a los padres, al consumismo, a la vez que ven como etiquetan como retrógrados, acomplejados ó inadaptados a los que no siguen ese desenfreno y se burlan de ellos.

     Los padres cristianos no viven en circunstancias diferentes de los que no lo son, y también hay un buen número de ellos que han claudicado como los otros de su suprema responsabilidad en la educación de sus vástagos. No es de extrañar que estos recojan un fruto semejante, no tanto en los casos extremos de delincuencia, pero si en el desarme moral. Pero la consecuencia delincuente de esta realidad llegará de forma inevitable en la siguiente generación, cuando los escasos vestigios del temor de Dios hayan desaparecido. Es decir que se repetirá lo que el libro de jueces dijo que sucedió a Israel tras la muerte de Josué: Jue. 2:10 Y aquella generación también fue reunida a sus padres. Y se levantó después de ellos otra generación que no conocía a Jehová, ni la obra que él había hecho por Israel.

     Muchos padres cristianos, a semejanza de los no cristianos, también piensan que su responsabilidad se reduce a proporcionar sustento y unas condiciones de vida lo más cómodas posibles para sus hijos. En cuanto a rebatir las ideas materialistas de la enseñanza, las conductas inmorales que la sociedad promueve, ó inculcar los principios morales y espirituales son materias para las que no se sienten preparados, porque ni siquiera tienen tiempo. Se engañan a sí mismos pensando que pueden dejar estas tareas en manos de los profesores del colegio, de la escuela dominical ó en los responsables de jóvenes de su iglesia. Sin embargo la responsabilidad de los padres es intransferible y debe realizarse desde la más tierna infancia y como escribe el apóstol Pablo en Ef. 6:4 “criad a vuestros hijos en disciplina y amonestación del Señor, sin provocarlos a ira”.

     Podríamos usar muchas figuras sobre la disciplina sin ira, pero a mí me gusta emplear la del tutor de una planta. El tutor en jardinería se trata de una caña o estaca que se clava al pie de una planta para mantenerla derecha en su crecimiento. La disciplina serían las ataduras con que se ligan tutor y planta para que el tallo se robustezca en paralelo a la imagen y semejanza del tutor. Era uno de los recursos empleados por Pablo en 1ª Corintios 11:1 “Sed imitadores de mi, como yo de Cristo”. Si una imagen vale por mil palabras, un ejemplo vale por mil mensajes. Cuando la planta ha crecido y su tallo adquirido robustez, el tutor ya resulta innecesario, el resto del desarrollo seguirá al modelo, y se cumple el proverbio: “Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él” (Proverbios 22:6). Esto no excluye el empleo del castigo ocasional y proporcionado que tiene como fin corregir conductas, porque como dice Proverbios 13:24 “El que suspende el castigo, a su hijo aborrece, más el que lo ama, desde temprano lo corrige.” Y así tomamos ejemplo de nuestro Padre celestial quien como dice Hebreos 12:6 “El Señor disciplina al que ama, y azota a todo el que recibe por hijo.”

     Como hemos visto, los chicos desde muy jóvenes están expuestos a una gran cantidad de mensajes negativos para su salud moral y espiritual. No se puede pretender contrarrestar esto simplemente llevándolos al culto los domingos y a la escuela dominical, sino que se requiere un tratamiento intenso y continuado. En esa vía está el mandamiento de Dios que encontramos en las Escrituras: Deuteronomio 6:6-7 “Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte y cuando te levantes”.

     El apóstol Pedro (1ª Pedro 3:5) insta a los creyentes para estar “siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros”. Desde luego el primer campo en el que tenemos que hacer apologética de nuestra fe es delante de nuestros hijos. Tenemos que estar preparados para derribar los argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo (2ª Corintios 10:5). Todos sabemos que la preparación no aparece por generación espontánea, requiere tiempo, dedicación, estudio y consulta. Si los adversarios son poderosos, los recursos que tenemos que emplear para contrarrestarlos tienen que ser importantes y decididos.

     Hemos considerado pues los pilares de la educación de los hijos: El buen ejemplo de los padres, la disciplina sin ira. La paciencia y la constancia en la enseñanza de la palabra y los mandamientos de Dios. Y asumir la tarea como la mayor responsabilidad de la vida que requiere dedicación y esfuerzos de todo tipo.

     Unos padres cristianos responsables tienen que preocuparse por conocer todas las ideas que reciben sus hijos en el colegio y que tengan relación con su formación moral y espiritual, y rebatir con argumentos poderosos, que los tenemos, todas aquellas que se opongan a la verdad de Dios. Deben preocuparse por conocer a los amigos de sus hijos, incluso siempre que se pueda a las familias de los amigos de sus hijos. Deben tratar de conocer las ideas de las que hablan entre amigos y compañeros de colegio. Sus gustos, sus diversiones, el ambiente de los lugares a los que acuden. Deben encauzar a sus hijos hacia la honestidad, con paciencia, argumentos y continuidad. Siempre que sea posible intentar que sus amigos sean cristianos, aunque eso requiere esfuerzos de tiempo y dinero por recorrer distancias que permitan que se relacionen unos con otros. Los adolescentes tendrán amigos, si no los tienen cristianos, los tendrán del mundo. En esas tempranas edades se toman muchas decisiones que marcarán sus vidas, desde los estudios ó profesión a aficiones, noviazgos, etc. Es muy importante para los padres estar al tanto e intervenir para conseguir un resultado correcto de tales decisiones, exponiendo razonadamente los pros y los contras que en muchas ocasiones la falta de experiencia y conocimiento de la vida impide a los jóvenes que acierten.

     Los padres tienen que rechazar los complejos que proceden de la falsamente llamada ciencia que dicen que los jóvenes tienen derecho a equivocarse. No. Los jóvenes tienen derecho a tener una información amplia que reduzca a mínimos su posibilidad de equivocarse. Los argumentos que dicen que tienen que vivir su vida, en el sentido de hacer cuanto les venga en gana. No. Los jóvenes tienen que vivir sus vidas sabiamente, rectamente, moralmente, dignamente, no de cualquier manera. Porque no es solo su vida, porque de sus actos no solo se derivan consecuencias para sí mismos, sino para sus padres, para la sociedad, para sus futuros cónyuges y para sus futuros hijos. Y tienen que ser responsables de ello. Y en el caso de cristianos, sabemos que en el mundo existe una lucha entre el bien y el mal en la que no podemos ser neutrales sino beligerantes. Tenemos que actuar en pro del bien y contra el mal. Posicionarnos decididamente del lado de la justicia y contra la injusticia, la maldad, la delincuencia, el crimen y todo el resultado del pecado. Y tenemos que hacer que nuestros hijos adquieran responsablemente y convencidos las mismas posiciones morales y espirituales.

     El primer campo misionero de un creyente son sus hijos. Primero porque es el más próximo y accesible. Segundo porque es el que más satisfacciones nos producirá en caso de tener éxito. No hay mayor satisfacción que ver a los hijos viviendo fieles a Dios y honrándole en sus vidas. Y a la vez, no hay mayor insatisfacción y dolor para un creyente ver a sus hijos caminando en rebeldía a la verdad de Dios.

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