“No permitas que nadie te diga como tienes que vivir, a menos que esté dispuesto a enterrarse contigo”. Esta es la frase que me encontré en una entrevistan que le hicieron a alguien y que subieron a YouTube. Me llamó la atención y me dejó pensando en todo lo que implicaba.
Esta declaración tiene dos sujetos, uno activo que es el que interviene y otro pasivo que es el que recibe la intervención. Puede ser que nos identifiquemos más con uno que con otro, pero lo cierto es que todos alguna vez hemos podido experimentar ambos.
Los que viven las vidas de los demás
En cuanto a los que intervienen. ¿Estarías dispuesto a llegar a enterrarte junto a alguien con quien tienes la suficiente confianza u osadía de juzgar su forma de vivir?
Lo cierto es que me pareció una frase fantástica. En verdad, hay gente a la que no le importas lo más mínimo y simplemente quiere verbalizar y hacer pública su opinión o su visión. No tanto para ayudarte, sino para que se vea lo observadora que es y el “buen” juicio que tiene.
También hay gente a la que su vida se le queda pequeña. Esos que encuentran su razón para existir en la gratificación que recibe al tratar de gobernar y vivir las vidas de los demás. Viven tratando de dirigir a otros qué hacer, cómo hacerlo, cuándo hacerlo… De estos no se puede decir que no les importes nada. Probablemente sí. Sin embargo, a la hora de la verdad, cuando los problemas que se derivan de esas intervenciones, críticas o intentos de condicionarte, esas personas no estarán dispuestas a acompañarte hasta el final del camino. Ni siquiera a compartir las consecuencias negativas que surjan de sus “recomendaciones”.
Si las cosas salen mal, se harán a un lado dejando claro la verdadera distancia que había entre tú y él. Esa distancia que quedaba disimulada por una aparente preocupación. Así que llegado el momento, no sólo no estarán dispuestos a enterrarse contigo sino que dejarán que te tragues tú tu marrón. En tu soledad.
Los sabelotodo que no admiten ninguna injerencia
Por otra parte, los que reciben consejos, críticas… ante la afirmación de: “No permitas que nadie te diga como tienes que vivir, a menos que esté dispuesto a enterrarse contigo”, si le diésemos la vuelta y la reformulásemos de la siguiente manera: ¿Dejarías que alguien te diga cómo tienes que vivir si te demuestra que está dispuesto a enterrarse contigo?
Porque si la respuesta es no, realmente, esa declaración en tu caso es una afirmación falsa. Una excusa para cortar con un consejo que te irrita. Porque en verdad, a ti te da igual que alguien tenga un compromiso tan grande para contigo. Tú vas a hacer lo que te de la gana sin atender a razones porque escuchar a otros, nunca fue una opción genuina. Porque estas tan lleno de ti mismo, que no caben las palabras de los demás. Tú lo sabes todo.
Jesús es el único que está dispuesto a enterrarse contigo
Y esto me llevo a pensar en ¿quién estaría dispuesto a enterrarse conmigo? Pero enterrarse de verdad hasta el final y con todas las consecuencias. Y además ¿cómo estar seguro de que cumpliría su palabra de enterrarse conmigo? Porque no deja de ser un brindis al sol. No parece ser más que una declaración de intenciones o apuesta a futuro que tiene una probabilidad tanto de cumplirse como de que no. Ahí tenemos el ejemplo del apóstol Pedro cuando le dijo a Jesús “Aunque me sea necesario morir contigo, no te negaré” (Mateo 26:35).
Pues lo cierto, es que sólo hay una persona en verdad que estaría dispuesto a hacer algo tan grande y que me ofrece la seguridad de que cumplirá su palabra porque la verdad es que él ya lo ha hecho. Ya se sacrificó por mí de antemano. Y no es otro que Jesús quien dijo: “Yo soy el buen pastor, el buen pastor su vida da por las ovejas” (Juan 10:11). ¡Y vaya si la dio! Pues no sólo nos amó de forma incondicional y se sacrificó por nosotros hasta la muerte y fue sepultado. Soportó el juicio de Dios que estaba reservado para nosotros. En la cruz estaba ligando su vida a la nuestra. Él nos llenó de esperanza al levantarse de entre los muertos y unir nuestro destino eternal al suyo.
Tal y como declara el apóstol Pablo cuando dice que: “somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva. Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección; sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado” (Romanos 6:4-6)
Y no sólo eso, sino que la Biblia nos declara que ante la acusación del pecado, no se avergonzará “de llamarnos hermanos” (Hebreos 2:11). Y tampoco nos dejará solos sino que será nuestro defensor y “nuestro abogado” (1ª Juan 2:1).
Así que para concluir con la declaración con la que inicié este pensamiento: Ya que Jesús ha demostrado estar dispuesto a enterrarse con nosotros ¿vamos a reconocer de una forma absoluta y honesta la autoridad que él tiene para decirnos cómo debemos de vivir y corresponder a su amor y sacrificio?