Un tema que suele ser tabú en las iglesias es la cuestión de la orientación política de cada miembro. No es que las iglesias tengan que dar mítines y hacer política profesional, ni que de forma sectaria deban obligar a sus miembros so pena de “excomunión” a votar la opción X o Y; sino que resulta raro que los creyentes en su libertad e independencia no voten de forma natural los valores bíblicos que emanan de la Palabra de Dios, como producto de la convicción que la Biblia debiera haber hecho en sus mentes transformadas por el evangelio.
Por eso, bajo mi punto de vista y en calidad de cristiano convencido de serlo, me resultan secundarias las propuestas de los modelos económicos o territoriales de unos u otros. Aunque es justo reconocer de forma objetiva que en términos globales, unos modelos han traído más prosperidad material que otros; y algunos de esos otros, simplemente han condenado a sus civilizaciones a la ruina más absoluta.
Con todo, en la búsqueda del bienestar económico y material nos hemos puesto en manos de líderes y formaciones inmorales, abiertamente anticristianas, relegando a Dios y a sus mandamientos a un escalafón tan secundario que hemos olvidado que Él bendice espiritual, moral y materialmente a los pueblos que buscan primeramente su justicia (Ej: Los Estados Unidos que llegaron a convertirse en la referencia y potencial mundial en la primera mitad del s. XX)
Pero volviendo al tema que nos ocupa. Lo histriónico del “creyente cíclico de cuatro años menos un día” es que durante ese periodo es capaz de acudir a la iglesia a adorar a Dios, leer la Biblia, reflexionar en sus enseñanzas y sus doctrinas, llenarse del Espíritu Santo, orar y ayunar, gozarse de la esperanza de la venida de Cristo, anhelar la justicia divina, desear que se haga la voluntad de Dios en la tierra como en el cielo… Y hasta en su fuero más interno y vital decidir en su corazón querer agradar a Dios y guardar sus mandamientos en señal de obediencia y gratitud por su redención del pecado… Hasta que llega EL DIA.
¡Ay! (suspiro) ¡El dichoso día!… Al llegar ese día señalado en los calendarios de los hombres, en aquel en el que se tiene la capacidad de evangelizar mediante el apoyo de programas que defiendan el valores y principios cristianos, decide apoyar con su voto todo lo opuesto a lo que Dios enseña y manda a los creyentes. Y no sólo eso. El “creyente cíclico de cuatro años menos un día” después de apoyar con la fuerza de su voto aquello que Dios condena abiertamente en su Palabra (y otras tantas que se deducen de una sana interpretación bíblica, como: aborto, eutanasia, homosexualidad, travestismo, transexualismo, divorcio, promiscuidad, disolución de la familia, persecución de la fe al fuero interno de las personas…) destinará el próximo ciclo de cuatro años menos un día a pedir a Dios que esas autoridades a las que han apoyado y que presentaban un programa anticristiano hagan lo que corresponde a los valores cristianos en el ejercicio de su gobierno… ¿No es una incoherencia genial? Es para pararse a pensarlo un poco, porque de una misma boca no puede salir bendición y maldición, ni una fuente echar por la misma abertura agua dulce y salada a la vez ( Santiago 3:10-11), ni se puede servir a dos señores, pues se amará a uno y se aborrecerá al otro (Mateo 6:24). ¿Dónde está nuestro corazón? ¿A quién pertenece?
Algunos dirán que todos los partidos son iguales, basándose en que en todos los partidos hay ladrones y corruptos, y que como la Biblia dice que no se debe robar… entonces no podríamos votar a ningún partido. Pues bien, si uno cree que no hay ninguno que pase su filtro espiritual no debe votar a ninguno. ¡Gracias a Dios se puede votar en blanco que siempre sera mejor que apoyar algo anticristiano
No obstante, tratar a todos los partidos por igual por cuestiones como la corrupción de algunos de sus integrantes es un planteamiento superficial y un tanto infantil, ya que algunas veces se trata de aplacar una mala conciencia comparando lo malo con lo menos malo, sin darse cuenta de que la elección del mal menor no sirve para alcanzar el bien. Además, centrándose en las prácticas individuales de las personas que aprovechan su posición en las formaciones para cometer delitos, olvidan por completo lo importante de una organización: Los principios que propugnan y los valores que pretenden alcanzar. Ningún partido en su programa trae un apartado que diga: “Corrupciones y robos” como algo a legalizar o de lo que favorecerse si alcanzar el poder. Simplemente es algo que surge, ya que debido a la naturaleza pecadora que tenemos, ya que todos somos corruptos de una forma u otra, y con la toma de poder tarde o temprano saltarán los casos de corrupción, afectando aún a aquellas personas que tienen fama de ser muy honorables. El ser humano se corrompe en función de lo que tenga a su alcance, si tiene poco se corromperá poco y si tiene mucho se corromperá mucho.
¿Cómo podemos pretender estar a bien con Dios votando a aquellos que han traído el aborto, el divorcio, la propaganda homosexual, la enseñanza pervertida de la educación sexual a niños en los colegios, la eutanasia, la adopción de niños por parejas homosexuales, la enseñanza del islam u otras religiones en colegios públicos y toda clase de prácticas inmorales o anticristianas?
¿Cómo podemos pretender estar a bien con Dios sosteniendo en el poder a aquellos que teniendo mayorías para cambiar estas cosas, aun cuando no han sido ellos quienes las hayan traído, no hacen nada y las consolidan socialmente?
El problema es que nos han engañado y nos hemos dejado engañar gustosamente con la idea del voto útil. Cuando votamos queremos hacerlo a alguien que tenga opciones de ganar, de tomar el poder y nos han dicho que ganamos cuando el triunfador de la noche electoral coincide con quien hemos votado. Pero ¿y si ganar no fuese tanto votar al partido que llega al poder sino mas bien hacer mas fuerte una idea o unos principios aunque el partido no alcance poder?
Todos los partidos políticos tienen a su personal dedicado al estudio de macroscopia, analizando todos los datos que sean susceptibles de dar votos, por lo que estoy completamente seguro de que si todos los pro vida votasen en bloque a una opción minoritaria no pasaría desapercibido a nadie. ¿Acaso no han hecho eso mismo ecologistas y animalistas hasta que han conseguido contagiar el programa del resto de partidos?
Si los creyentes, independientemente de la denominación o religión basada en el cristianismo, votásemos según los valores bíblicos que Dios revela en su Palabra y revalidásemos o retirásemos nuestro apoyo según el incumplimiento de esos valores, sí que lograríamos tener un impacto en la sociedad que hoy en día no tenemos. Y podría pasar una cosa maravillosa: Que los políticos hicieran programas con valores cristianos por convicción o por interés electoral. En ambos casos saldríamos ganando, porque se estaría educando a una sociedad en el temor de Dios, y sabemos que la Palabra de Dios es viva y eficaz y penetra hasta el alma (Hebreos 4:12).
Algunos sostienen que sería bueno hacer un partido político cristiano… ¡Sería un completo error! ¿Por que? Pues porque cuando salten los casos de corrupción (que sin duda habrá) el daño no se limitaría a la persona que los cometiese o al partido sino al evangelio y a Cristo. La credulidad y fiabilidad de la Biblia y del testimonio de los cristianos serían anulados por esos actos (Romanos 2:21-24).
Tenemos la responsabilidad de ser la luz y la sal del mundo, enseñando y guardando los mandamientos de Cristo. Por eso nuestra responsabilidad es ser íntegros defendiendo y apoyando los valores y principios en lugar de estructuras y partidos. No acepto la práctica que consiste en separar nuestra fe de nuestro voto, departamentarizando nuestra vida en distintas áreas estableciendo a cada una, una moral según su contexto.
Si este artículo te ha hecho meditar, te invito a que hagas un compromiso contigo mismo y con Dios para no depositar tu apoyo a ningún partido político que en sus programas impulse o consolide leyes que vayan en contra de la voluntad de Dios objetiva y clara manifestada en la Biblia.