Hace unas fechas fue presentado el libro “Titadyn “, escrito por el periodista Casimiro García-Abadillo y por el perito químico Antonio Iglesias. Este libro detalla y determina, bajo un fidedigno rigor científico, el tipo de explosivo con el que volaron los trenes en Madrid el 11 de Marzo de 2004. La evidencia de que en los trenes, que costaron la vida a 192 personas, explotó Titadyn ha destruido por completo la versión que algunos jueces, fiscales, políticos y policías han sostenido manipulando a la opinión pública. Muchas de estas mismas personas han visto premiada su conducta con ascensos, premios y condecoraciones. Este hecho en sí, es gravísimo, porque al ser falsa el arma del crimen, el proceso judicial queda totalmente invalidado y se tiene que volver a abrir todo el sumario, ya que los culpables de suministrar el explosivo Titadyn no han sido detenidos ni juzgados.
La presentación de este libro contó con la intervención del periodista y director del diario El Mundo, Pedro J. Ramírez, quien lanzó una serie de acusaciones muy graves a funcionarios, policías y jueces con nombres y apellidos. Pedro J. Ramírez se inspiró en el célebre ‘J’Accuse’ de Émile Zola, quien en 1898 se implicó en la defensa del Capitán del ejército francés, Alfred Dreyfus de origen judío que había sido injustamente condenado.
Es indignante ver la indiferencia de esta sociedad que no quiere hablar de cómo en España mataron a 192 personas. Que no quiere saber. Que no le importa averiguar si es verdad lo que le han contado y se conforman con una versión corrompida por personajes que han renunciado a ejercer su responsabilidad. Que mira para otro lado. Que se conforma con que le digan cualquier cosa.
Las acusaciones son de tal gravedad que una de dos. O el periodista tiene que ser condenado por calumnias, injurias y difamaciones y obligado a indemnizar a los que ha citado, o las personas a las que ha mencionado tienen que acabar rindiendo cuentas ante la justicia y ante la sociedad, empezando por las víctimas.
Mientras veía el video no pude evitar pensar cuál sería la actitud que un cristiano debe manifestar ante sucesos tan sórdidos y siniestros como los ocurridos. Lo cierto es que no tarde mucho en asociar lo que entraba por mis ojos, y acordarme de otra denuncia impresionante. El profeta Miqueas profirió un juicio de durísimas acusaciones a los príncipes de Israel y los gobernantes del pueblo. Siguiendo con la forma que hemos visto en el video, éste podría ser un ejemplo de su denuncia.
Miqueas Capítulo 3
– Yo acuso de opresión, a los príncipes de Jacob y jefes de la casa de Israel quienes explotan y esclavizan al pueblo hasta el punto de quebrantarles sus huesos y molerlos como carne para el caldero.
– Yo acuso de desvalijar, a los príncipes de Jacob y jefes de la casa de Israel que quitan la comida al pueblo.
– Yo acuso de corrupción, a los profetas que claman “Paz” cuando tienen algo que comer, y que proclaman la guerra al que no les da de comer.
– Yo acuso de inmoralidad, a los jefes de la casa de Jacob, y a los capitanes de la casa de Israel, que abominan la justicia, y pervierten todo derecho. Que edifican a Sion con sangre, y a Jerusalén con injusticia.
– Yo acuso de prevaricación, a los jefes que juzgan por cohecho.
– Yo acuso de latrocinio, a los sacerdotes que enseñan por precio.
– Yo acuso de fraude, a los profetas que adivinan por dinero.
El profeta Miqueas, no debió ser muy popular. Pero era una voz que clamaba por la justicia. De igual modo ayer que hoy, la actitud de los cristianos debe ser la misma. Tienen la obligación moral de reaccionar a las denuncias que claman por justicia.
Miqueas, fue un ejemplo de valentía, denunciando las injusticias que cometían los poderosos de su tiempo. Sin embargo ni la sociedad, ni los gobernantes, ni los príncipes reaccionaron a las acusaciones de Miqueas. La consecuencia a esta degradación moral y espiritual supuso la disolución del reino de Israel en vida del propio Miqueas y la invasión de Senaquerib a las ciudades fortificadas de Judá, tan sólo 14 años después de que acabara su ministerio.
La labor de cualquier cristiano es hacer justicia, tener misericordia y humillarse ante Dios. La propia Biblia en numerosos textos hace alusión al deber de asistir a los que sufren, a los que son débiles y a aquellos que son víctimas de injusticias.
El que hace injusticia, recibirá la injusticia que hiciere, porque para Dios no hay acepción de personas y nadie puede escapar de su justicia.
El caso Dreyfus
Dreyfus había sido acusado falsamente de “haber entregado a los alemanes documentos secretos”, posteriormente fue degradado y condenado a prisión en la Guayana francesa. La prensa se había hecho eco de la acusación y la había alimentado. Por otra parte la opinión pública había aceptado como válidas las acusaciones. En esta época la prensa podía escribir libremente y difundir cualquier tipo de información, ya fuese injuriosa o difamatoria… aunque la verdad, no se diferencia en nada de lo que ocurre hoy día. En la sociedad de la época caló el mensaje y esto provocó un clima de antisemitismo y nacionalismo francés.
La condena había sido infundada y dirigida para sentenciar a Dreyfus. Los intentos de él y su familia de probar su inocencia, fueron inútiles. Por otra parte, el coronel Georges Picquart, jefe del servicio de contraespionaje comprobó, en marzo de 1896, que el verdadero traidor había sido el comandante Ferdinand Walsin Esterhazy. Sin embargo, el Estado Mayor se negó a reconsiderar su decisión y destinó al coronel que descubrió el engaño, al norte de África.
Puesto que las autoridades habían soltado a Esterházy y condenado a Dreyfus, Zola decidió reabrir el debate trasladándolo a toda la sociedad. A través del diario L´Aurore, dedicó una portada entera a denunciar a todos los que conspiraron contra Dreyfus, incluido el Ministro de Guerra y el Estado Mayor. Nombre a nombre. Uno a uno. El titular: “Yo Acusó” encabezaba seis columnas de denuncias. El éxito de esta acción hizo que el periódico editara trescientas mil copias en lugar de las treinta mil habituales.
El objetivo de Zola fue exponerse voluntariamente con el fin de forzar a las autoridades a llevarlo a la justicia. Ante el éxito nacional e internacional de este golpe de resplandor, el juicio fue inevitable.