Un hombre se mira en un espejo en una sala de interrogatorio siendo consciente de su situación
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En el año 1973 Duval, S y Wicklund, R. A. hicieron un experimento de psicología social relativo a la autoconciencia. Los investigadores querían saber la razón por la que las personas tienden a atribuir a una sola causa, el suceso de un hecho que es originado por varios factores que intervienen de forma simultánea o consecutiva. Trataban de medir la importancia que tiene el grado de atención a la hora de decantarse por una de esas causas e ignorar las otras.

El experimento consistía en entregar unos relatos hipotéticos que describían una acción protagonizada por el participante y por otra persona, y se les pedía que se imaginasen a sí mismos en cada una de las situaciones, y que repartiesen la responsabilidad en el desarrollo de los hechos.

Los investigadores dividieron en dos grupos aproximadamente del mismo tamaño a los participantes, quienes tenían que responder a los relatos en cubículos. Lo interesante del experimento es que uno de los grupos tenía un espejo en el cubículo y el otro no. Estos sólo veían las paredes de madera que sirven al sujeto para abstraer de distracciones.

Los resultados arrojaron un dato interesante. Con independencia de que las situaciones fuesen positivas o negativas, en cuanto al mérito o la culpa, aquellos participantes que rellenaron la prueba en el cubículo que tenía un espejo, se atribuyeron un mayor grado de responsabilidad sobre el resultado (casi un 10% más).

El diseño de las salas de interrogatorio

Este experimento trajo inmediatamente a mi cabeza la imagen de una sala de interrogatorio de una comisaría. Estas salas tienen un espejo unidireccional que permite a las personas, que están en una sala contigua, realizar labores de observación sobre un sospechoso, sin que este pueda ver quien o quienes son los que le están viendo.

Sin embargo, hay otra razón por la que hay un espejo en estas salas: su impacto psicológico.

La existencia de un espejo en un interrogatorio contribuye a crear un clima psicológico que hace que el sospechoso ponga el foco de atención en sí mismo. Y esto aumenta el grado de autoconciencia de su apariencia y su comportamiento, haciéndole ser más reflexivo y estar más vinculado al suceso, afectando también a su capacidad para mentir u ocultar la verdad.

Es decir, el espejo sirve para centrar la atención y desatar los resortes tanto de nuestra consciencia, como de nuestra conciencia.

La importancia de prestar atención

El apóstol Santiago nos invita en su epístola a vivir una fe práctica. Los hechos tienen que hablar por nuestra fe. No como una justificación de nuestra fe y nuestra salvación, ya que esa es la obra de Cristo, sino como la demostración de nuestra fe y nuestra transformación como cristianos en el Espíritu Santo.

Si alguno es oidor de la palabra pero no hacedor de ella, éste es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural. Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era. Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace.
Santiago 1:23-25

En este pasaje, Santiago nos presenta cinco elementos importantes que tienen que ver con la forma de mirar, con la dirección de la mirada, con el tiempo que se mira, con la asimilación y con la puesta en escena.

Este es un texto de contrastes. Por un lado, tenemos a un hombre que se mira en el espejo de forma inconsciente y superficial, como si fuera con una prisa atolondrada, en comparación con aquél que mira detenidamente poniendo atención. El que se mira a sí mismo, y aquel que su mirada se centra en la ley de Cristo. El que es un inconstante en comparación con aquel que persevera. Aquel que no se queda con nada y el que retiene la enseñanza. El que es un oidor de la palabra, que oye sin escuchar, y aquel que es un hacedor de la palabra.

Ciertamente, una mirada atenta a un espejo puede dotarnos de un mayor grado de autoconciencia, que nos haga sentir más responsables y partícipes de las cosas que nos rodean. Aunque como en el experimento, no sean hechos reales, sino historietas ficticias.

Sin embargo, si en vez de mirarnos a nosotros mismos, mirásemos a la Biblia como el espejo en el que se debe reflejar nuestra alma, y pusiésemos la atención debida, el tiempo necesario, y retuviésemos la palabra como un tesoro; sin ningún género de dudas, no podríamos permanecer inmóviles sin avanzar en nuestros desarrollo espiritual.

Y esto nos arrastraría de forma natural a tener los cinco sentidos practicando la palabra.

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