Desconozco en qué momento del año estarás leyendo este artículo, pero seguro que no me arriesgo demasiado si digo que hay una expresión que has dicho o escuchado en los últimos días, y si no, lo harás en breve, y no es otra que “¡cómo pasa el tiempo!”.
Esta exclamación puede ser fruto de la llegada de una fecha concreta, como un cumpleaños, o la conmemoración de un episodio histórico que creías más reciente o por el reencuentro con personas que hacía tiempo que no veías. Puede que sean otros los acontecimientos que señalarías pero, en cualquier caso, todos compartimos la misma experiencia: nos sorprende el paso del tiempo.
C. S. Lewis explica al final de su libro “Reflexiones sobre los salmos” que lo que realmente resulta sorprendente de esto es que nos sorprendamos por algo que forma parte de la experiencia natural del ser el humano. Y tiene toda la razón, ¿por qué nos extrañamos del paso del tiempo si es lo normal? Cuando nos encontramos con alguien al que no veíamos desde hace años lo sorprendente sería que no hubiese cambiado o, si es un niño, que no hubiese crecido.
El autor de “Las Crónicas de Narnia” ofrece una explicación a esta aparente contracción y es que “estamos poco reconciliados con el tiempo”. Existe un conflicto entre el ser humano y el tiempo, por eso nos sorprende la rapidez con la que pasa en algunas ocasiones, o su lentitud en otros casos.
¿Por qué nunca estamos contentos con la edad que tenemos?
Este conflicto lo tenemos también con el paso del tiempo en relación con la edad. Leía hace tiempo un reportaje que se preguntaba por qué nunca estamos contentos con la edad que tenemos (1). Cuando somos niños queremos ser mayores. Cuando somos mayores, queremos ser jóvenes. A los 30 sentimos que se nos ha pasado el arroz, a los 40 llega la crisis, en los 50 las “pausias” y, a partir de aquí, vemos cómo los años vuelan de forma implacable.
¿Por qué este conflicto? La respuesta la tenemos en Eclesiastes 3:11 donde se nos dice que Dios ha puesto “eternidad” en el corazón del ser humano. Por eso nos frustramos con el paso del tiempo, porque hemos sido creados para trascenderlo. Pero el pecado y su consecuencia, la muerte, estropeó ese propósito inicial para el que fuimos creados.
Y la buena noticia es que Dios no sólo nos ofrece el diagnóstico, sino la solución. El mismo Dios que nos ha creado poniendo eternidad en nuestro corazón, ha enviado a su Hijo Jesucristo para arreglar todo lo que el pecado estropeó y darnos así la vida eterna.
Así que la próxima vez que te sorprenda el paso del tiempo, no te preocupes y alégrate, no sólo porque ya tenemos la respuesta a esa sensación que experimentamos, sino también porque ese sentimiento tiene fecha de caducidad. Llegará un día en el que el paso del tiempo no será un problema porque estaremos con nuestro Señor y Salvador toda la eternidad.
(1) “¿Por qué nunca estamos contentos con la edad que tenemos?” Gema García Marcos – Elmundo.es (08/09/2020)