Jesús hace referencia a la abominación desoladora narrada por el profeta Daniel en el lugar santo (Mateo 24:15). Son muchos los hermanos que coinciden con W.E. Vine y C.F. Hogg al decir que “el contexto indica con claridad que el tiempo a que se refiere es futuro y precederá de inmediato a la intervención personal de Cristo para el derrocamiento del desolador y el establecimiento del reino milenial para traer justicia perdurable”. Sin embargo, a la vez estos autores consideran que la iglesia es arrebatada previamente, sobre todo en base a textos como 1 Tesalonicenses 1:10: “y esperar de los cielos a su Hijo, al cual resucitó de los muertos, a Jesús, quien nos libra de la ira venidera”. La forma de entender esto, la resumía el querido misionero David Morse, explicando la semana setenta de Daniel 9:24-27 que se identifica con un período de siete años detallados así: “Los siete años completos son los años de la tribulación, pero los últimos tres años y medio reciben particularmente el nombre de “la gran tribulación”. Estas “semanas de años” están relacionadas con Israel. Nótese el mensaje que recibe Daniel: «Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad» (Daniel 9:24). Durante la última semana Israel será nuevamente el pueblo de Dios en la tierra, debido a que la Iglesia habrá sido arrebatada”.
A pesar de que esta interpretación es muy respetable, plantea serias dificultades. Como decíamos al comenzar la serie, la intención no es polemizar, pero sí reflexionar y esperar la venida del Señor, donde en su momento, todo encajará plenamente.
Tiempos de desolación
“Por tanto”, o “así que” (Mateo 24:15), la partícula “oun” puede sugerir conclusión o transición. A la luz de lo desvelado anteriormente, hay un anuncio que invita a tomar decisiones que no serán fáciles. “Bdelugma tes ermoseos” significa “sacrilegio caracterizado por desolación”, y aparece cuatro veces en Daniel (8:13; 9:27; 11:31; 12:11). Antíoco Epifanes erigió un altar de Zeus sobre el altar en que se quemaba la ofrenda, y allí sacrificó un cerdo, lo cual fue una ofensa nacional para el judaísmo. Jesús dice: “el que lee entienda” para hacernos saber que aquello tenía una mayor trascendencia en el tiempo. Efectivamente, esta profecía volvió a cumplirse entre los años 68-70, y llama nuestra atención que el número setenta sale a relucir en la última semana profética de Daniel. Los judíos se sublevaron contra Roma y las legiones con sus estandartes de imágenes que solían representar un águila de bronce o plata sobre un busto del emperador, a quien los romanos consideraban divino y rendían culto, se convierten en un nuevo sacrilegio, dado que los ídolos volvían a la casa de Dios de la que ya había retirado antes su presencia.
Sin embargo, la segunda venida de Cristo no se produjo después de estos acontecimientos, y aunque algunos consideran que la profecía terminó allí, Jesús hablará del fin de los tiempos y lo que está por repetirse de la misma manera que históricamente se produjeron estos hechos. Es necesario leer y entender, no dejar caer estas palabras a tierra o vivir en una plena ignorancia.
El templo de Jerusalén es considerado normalmente como el “lugar santo”, por lo que para muchos es necesario que el templo sea reconstruido como una señal más de la profecía. Lo que sabemos con seguridad es que Dios es adorado en espíritu y en verdad, y que los creyentes son templo del Espíritu en la actualidad (Juan 4:24; 1ª Corintio 3:16). Por tanto, si una edificación similar fuese llevada a cabo, nunca podría ser considerada la casa de Dios. Pensar que la iglesia será arrebatada y que, por tanto, Israel será de nuevo el pueblo de Dios en la tierra durante la gran tribulación tiene un hándicap considerable, dado que la misma Escritura manifiesta que Israel como nación sólo aceptará a Jesús como Mesías al ver físicamente a quien traspasaron en su segunda venida (Zacarías 12:10). Es decir, aunque Israel viva sobre la tierra a la luz del antiguo pacto realizando incluso sacrificios en un templo, nunca podrá ser considerado como sustituto de la Iglesia del nuevo pacto, al no aceptar a Cristo como Mesías (Hechos 2:36-39).
Instrucciones en tiempos difíciles
«Huyan a los montes» (Mateo 24:16). Los que entendían no serían entresacados de este mundo, pero sí del sufrimiento que se produjo en Jerusalén donde murieron más de un millón de personas.
Los discípulos de Jesús que estuvieran atentos a estas palabras y huyeran fuera de la ciudad nada más ver a las legiones romanas, al igual que ocurrió con Lot, salvarían sus vidas, aunque la tribulación siempre fue una nota predominante en sus vidas por causa del evangelio.
El que está en la azotea tendiendo la ropa, no podrá esperar a que se seque para recogerla, sino que se apresurará a salir (Mateo 24:17). Aquel que esté en el campo con la ropa de faena, no deberá volver a casa, ya es demasiado tarde, hay que huir (Mateo 24:18).
Los más desprotegidos
En todas las situaciones de conflicto, aquellos que no pueden valerse por si mismos por ser dependientes o estar en situaciones de debilidad, son los que más sufren. La sensibilidad especial de Jesús se observa cuando piensa en las mujeres encintas, o en las madres que no pueden apresurarse con sus bebés. Del mismo modo, aquellos que guardan escrupulosamente el día de reposo, caerán al ser esclavos del legalismo.
La urgencia caracteriza siempre la segunda venida del Señor también para velar y orar porque el “lazo vendrá sobre todos los que habitan sobre la faz de la tierra. Velad, pues, en todo tiempo orando que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán y de estar en pie delante del Hijo del Hombre” (Lucas 21:35-36).
Gran tribulación
A partir de ahora se describe un momento de angustia no conocido hasta ese momento, y lo más destacable a tener en cuenta por parte de Dios son los “escogidos”, por quienes este tiempo es acortado (Mateo 24:21-22). John R.W. Stott, escribió: “Al afirmar la universalidad del evangelio que es para todas las naciones, no estoy negando la doctrina bíblica de la elección, es a saber que el propósito histórico de Dios ha sido, y aun es, el de “tomar de ellos pueblo para su nombre” (Hechos 15:14). Lo que estoy tratando de decir es que la elección y el favoritismo no son una misma cosa.
Porque el fundamento de la elección de Dios no está en nosotros sino en él, no está en nuestro rostro sino en su gracia (la palabra griega que se ha traducido “acepción de personas” o “parcialidad” significa literalmente aceptar el rostro de una persona), no es por el mérito nuestro, mas se debe al secreto de su mente y su voluntad. Según la revelación uno de los propósitos de la elección divina es que por medio del testimonio de pocos, muchos llegarán a oír y a creer. En verdad la gente escogida y redimida por Dios es la comunidad más internacional e interracial del mundo entero”.
De esta manera Stott explica que el cumplimiento de la promesa de Dios hecha a Abraham de bendición a todas las familias de la tierra tiene tres partes:
1. El cumplimiento inmediato que ya ha acontecido y que tuvo su lugar literal e histórico en el pueblo de Israel.
2. El cumplimiento intermedio es el presente. Es un cumplimiento espiritual y evangelístico en la Iglesia, los miembros de la cual son la verdadera “circuncisión”, la simiente de Abraham por la fe en Cristo (Filipenses 3:3).
3. El cumplimiento final está en el futuro. Queda más allá de la tierra y de la historia, en la gran multitud de redimidos que nadie puede contar.
De esta forma, concluye que “Solamente cuando haya sido derrotado Satanás y Cristo esté reinando, serán benditas todas las familias de la tierra; se realizarán las esperanzas de todas las edades, se cumplirán todas las profecías y el evangelio triunfará en todas las naciones. Pero hay algo que es más importante que el estudio de la profecía, y es la acción evangelística. Hay algo más importante que esta fascinadora preocupación por el mañana, y ese algo es el escrupuloso desempeño de nuestras mundanas tareas del día de hoy”.
Podemos afirmar que las palabras de Jesús sobre la abominación desoladora tienen varios cumplimientos, donde hay una extensa tribulación que se produce a lo largo de la historia de la Iglesia, y que tiene su culminación en la gran tribulación donde se manifiesta el anticristo, la bestia que sube del abismo (Apocalipsis 11:7-10; cf. 12:13-17; 13:7). Este tiempo será acortado por amor a los elegidos, porque de no ser así, no quedaría ni uno (Mateo 24:22). Para algunos, estos deberían ser judíos que conocen el evangelio después del rapto de la iglesia, aunque Jesús no hace referencia a ello en estos versículos. Esta interpretación plantea la dificultad de que los escogidos no pueden ser diferentes a los discípulos de Jesús que se mencionan repetidas veces en Mateo 22:14; Mateo 24:9; Mateo 24:13; Mateo 24:22; Mateo 24:24; Mateo 24:31), y que aparentemente pertenecen a un contexto universal de persecución a lo largo de la historia y finalmente forman parte de esta gran tribulación.
En este caso, como afirma David F. Burt: “escuchemos las palabras de aquel que soportó la tribulación como varón de dolores y experimentado en quebranto, pero que ahora nos habla desde el trono celestial: Por cuanto has guardado la Palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de prueba [la gran tribulación] que está a punto de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran en la tierra (Apocalipsis 3:10)”. La iglesia de Filadelfia había sido fiel a la Palabra de Dios, y por esto recibieron la protección divina en la hora de la prueba, aunque no fueron arrebatados de este mundo.
Evasiones engañosas
Como en tiempos de la primera venida de Jesús, la actividad satánica se multiplicará y al igual que los magos de Egipto, habrá muchos Mesías-hechiceros que harán señales auténticas, aunque éstas no provienen del Dios verdadero. No serán señales insignificantes, sino grandes (Mateo 24:24), y cabe preguntarse si el caldo de cultivo evangélico actual que en muchos casos se apoya en señales, será ideal para seguir a estos falsos mesías al igual que hoy hay multitudes que están ávidas de esta clase de manifestaciones. Sin embargo, la Palabra de Dios nos alerta sobre esto, Dios espera una fe que sólo le busca a él, incluso aunque no reciba nada en el desierto. Los prodigios y señales pueden ser una forma de probar al pueblo de Dios, para saber si sigue creyendo a pesar de que Dios no actúe de la forma que esperamos (Deuteronomio 13:1-4). En cualquier caso, la señal de la presencia o venida (parusía) del Hijo del Hombre (Mateo 24:27), será como un relámpago poderoso y repentino que deja en nada las demás señales, será una manifestación universal que no dará lugar a la duda. En ese momento, Dios visitará por medio de su Hijo nuevamente una tierra corrompida, un mundo cadavérico y mortecino en el cual el juicio devorará la injusticia y la indignidad (Mateo 24:28).
Conclusión
Pablo dice a los tesalonicenses que se han convertido de los ídolos a Dios y que no cesan de predicar el evangelio mientras esperan a Jesús quien nos libra de la ira venidera. Al igual que los creyentes en Filadelfia, les tocó extender el evangelio sin ser librados del sufrimiento, aunque guardados por Dios (1ª Tesalonicenses 1:9-10). La realidad es que Dios, lo es de ira, por eso es terrible rechazar el evangelio. Todos los hombres somos hijos de ira (Efesios 2:3), y sólo por medio de Cristo somos librados del juicio que vendrá sobre esta humanidad corrompida y perversa. Pablo lo expresa también diciendo que “la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad” (Romanos 1:18). La sentencia final es que hay dos destinos en el día que Dios juzgará los secretos de los hombres, conforme al evangelio: “Vida eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad, pero ira y enojo a los que son contenciosos y no obedecen a la verdad, sino que obedecen a la injusticia” (Romanos 2:7-8, y 16).
Sólo podemos dar gracias a Dios porque en Cristo está nuestra esperanza y si le hemos conocido como Señor y Salvador, Dios nos librará de la ira que está por manifestarse el día del juicio divino.
Este artículo ha sido publicado en la revista Edificación Cristiana y cuenta con la autorización personal y directa de su autor para reproducirlo en Jeitoledo.com.