Carrera de caracoles
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Es una competición que se remonta a 1986, cuando un vasco que pasaba sus vacaciones en Tricio, de La Rioja, se sorprendió por la fuerza que tenía un caracol mientras arrastraba una alpargata. De allí nació la idea de organizar una carrera de caracoles en este pueblo, cuyos vecinos se conocen como caracoleros. Este año se ha celebrado la XXVIII edición con contendientes llamados Pinchi, Diamante, Bartolo, Leo o Caruso, entre los 107 moluscos inscritos. Los niños los recogen del campo o de las huertas del pueblo los días anteriores a la prueba y los guardan en cajitas forradas de lechuga fresca. No hay límite de edad, dicen, porque los que participan son los caracoles.

     Colocados sobre un tablero de madera, los caracoles tienen que recorrer la máxima distancia posible durante cinco minutos, arrastrando una lata de pimientos o de espárragos de 230 gramos. Se pega con pegamento un cordel al caparazón y después a la caja de cartón de la conserva. Los niños pueden animar a su mascota con trocitos de lechuga o soplando aire con una paja, pero sin tocar. El ganador este año ha sido Michi, el caracol de un niño de ocho años llamado Jaime, de Villaviciosa. Ha recorrido 88 milímetros en los cinco minutos, por lo cual el dueño se ha llevado el primer premio de 30 euros, además de una bolsa de chuches.

     Los vecinos de Tricio siempre celebran el evento con una comida popular, degustando –como no podía ser de otra manera– un plato de caracoles, guisados con chorizo, jamón, panceta, pimientos y guisantes. No está claro si los diminutos deportistas babosos acaban también en el puchero.

     Las Escrituras informan que Dios toma su tiempo en llevar a cabo sus planes, tanto para las personas como para el mundo entero. Afirma que para él mil años son como un día. A veces parece que su obra avanza a paso de caracol. Pero hay un texto del Salmo 75 que aclara varios aspectos del asunto. Figura en el verso 2.

     «En el tiempo que yo decida, juzgaré rectamente. Quebrantaré todo el poderío de los pecadores, pero el poder del justo será exaltado».

     Hay varios detalles que saltan a la vista. En primer lugar, Dios administra los tiempos: «En el tiempo que yo decida». El salmista dice en otro texto, «En tu mano están mis tiempos». La noción de un Ser Supremo soberano no es lo mismo que un destino ciego. En el caso de Dios, se trata de un Padre sabio y poderoso que cuida con esmero a los que han llegado a conocerlo por medio de Jesucristo. Tiene un propósito para cada uno, pero también respeta la libertad de la persona. Le reconoce dignidad porque lleva la impronta de su propia imagen y semejanza.

     En segundo lugar, el poeta Asaf declara que el Señor acabará con todos los males: «juzgaré… quebrantaré el poderío de los pecadores, pero el poder del justo será exaltado». La promesa es que Dios erradicará del universo todo lo que deforma y destruye la vida humana. Está preparando un mundo nuevo para los suyos sin nada que lo pueda manchar. Jesús habla de su segunda venida afirmando que dirá a los suyos: «Venid, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo».

     Por último, el texto afirma que cuando el Señor intervenga para arreglar cuentas con todos y con cada uno, actuará correctamente: «juzgaré rectamente». Las apariencias no le engañarán. Analizará la trayectoria de vida de cada persona. Reconocerá como justos a los que han confiado en Jesucristo como Señor, el que ha llevado todas tus culpas sobre sí en la cruz. Los que han pedido perdón en el nombre de Jesús habrán recibido perdón y una conexión permanente con el Señor.

     Los caracoleros de Tricio se alegran con la lentitud de sus moluscos, pero los seres humanos a veces se impacientan con la lentitud aparente de Dios. Su palabra asegura, sin embargo, que llegará el momento de hacer justicia y arreglar todas las cosas. El administra los tiempos, acabará con todos los males y actuará correctamente en aquel día. Salir airoso puede ser tu experiencia. Es una promesa para mí y también para ti.

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