Decía el apóstol Pablo a los Efesios “no os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu”. La palabra disolución empleada a este contexto significa relajación de la correcta forma de vivir y dejación de las buenas costumbres. Dicho de una forma coloquial, bajar la guardia o perder el norte.
El mundo ha enseñado como algo bueno el beber para olvidar, la necesidad de emborracharse para divertirse, o que el alcohol es la opción a la que hay que acudir para liberar nuestra mente, lanzarnos a por nuestros objetivos y alcanzarlos. Todo en busca de la felicidad.
Con todo, después de la resaca se recobra la memoria. Esa diversión acaba con frecuencia en dolores de cabeza y vómitos, y las consecuencias de muchos actos que se hacen bajo embriaguez tienen consecuencias irreversibles, que acaban destrozando las vidas de los que se dejan seducir por el alcohol y que, en no pocas ocasiones, acaban pagando otros. Consecuencias físicas y emocionales en esta tierra y también, lo que es más importante, consecuencias eternas.
Al mismo tiempo han encontrado en el alcohol el pretexto perfecto para tratar de librarnos de las responsabilidades que se nos presuponen. Es decir, una persona comete crimen, pero si alega estar bajo los efectos del alcohol o estupefacientes puede obtener una condena menos contundente. Como esta sociedad ve lícito el estar borracho, en lugar de tratar este estado con la disciplina que se merece aplicando a dicha conducta un agravante, se premia como una excusa justificable, así que se ha establecido como un atenuante de nuestra pena y responsabilidad.
En la Biblia podemos encontrar diversos pasajes que muestran falta de decoro, y nos describen hechos de mayúscula indignidad y vergüenza, que se cometieron bajo los efectos de la bebida. A modo de ejemplo podemos citar: El estado en que se vio Noé delante de sus hijos, los acontecimientos entre Lot y sus hijas, el intento del Rey David para ocultar la falta que cometió con la mujer de Urías, el plan que tramó Absalón para matar a Amnón aprovechando que estaba descuidado y bebido…
Sin embargo hay otro vino, que sin darnos cuenta ingerimos a garganta abierta y hace que perdamos nuestra perspectiva de las cosas y nuestro sentido de la responsabilidad; que, las veces, nos sirve de excusa y en otras tantas nos produce complacencia. Este vino que nos permite justificar, en plena lucidez, comportamientos tan desleales y nocivos como los que hemos comentado anteriormente se llama “relativismo”.
En el libro de Jeremías podemos encontrar como Jehová dice por boca del profeta: “Copa de oro fue Babilonia en la mano de Jehová, que embriagó a toda la tierra; de su vino bebieron los pueblos; se aturdieron, por tanto, las naciones” (v. 51:7). De la misma manera que Babilonia fue la civilización dominante de su época, centro de la cultura y la literatura, y con un control absoluto en la parcela religiosa y en la línea de pensamiento de las personas; hoy día el relativismo es el vino destinado a aturdir nuestras opiniones y nuestro entendimiento, que al beberlo a diario condiciona nuestra forma de ver, de juzgar y de aprobar lo que es bueno y lo que no.
Recuerdo aquella conocida canción de Pau Dones, compositor y vocalista del grupo Jarabe de Palo, que se titula “Depende”. La canción recogía frases como estas: ”que el blanco sea blanco, que el negro sea negro… que uno y uno sean dos… depende… Todo depende… Según como se mire todo depende…” El videoclip de la canción iba más allá. De algo que podría ser una subliminal declaración de intenciones, se pasó a la más descarada apología del relativismo y de la corrosión sexual, mostrando a dos parejas “chico-chica” bailando, para pasar a dos parejas besándose “chico-chico” y “chica-chica”… ¿Por qué? Pues porque todo depende…
Esta sociedad esta tan acostumbrada a oír cómo se llama bueno a lo malo y malo a lo bueno, que a nadie parece sorprender que la Secretaria de Organización del PSOE, Leire Pajín, sostuviese que la ley del aborto es para que «las mujeres que no lo deseen no se queden embarazadas» (cuando claramente lo utilizan porque se han quedado embarazadas), o cuando la Ministra de Igualdad, Bibiana Aído, afirmó que “lo que lleva en su vientre una mujer embarazada es un ser vivo pero no un ser humano”, porque… ¿Cuándo podemos definir lo que es una persona? … ¡Ah! Depende.
Nadie se escandaliza porque nuestra sociedad llame “hombres de paz” a terroristas. Nuestras autoridades se preocupan de que asesinos que están en la cárcel puedan reintegrarse de nuevo en la sociedad, porque las consideran “víctimas del sistema”, pero sin embargo tratan con hastío a los familiares de las víctimas asesinadas. ¿Y esto por qué es así? Porque dependiendo con el prisma que uno utilice… Además, para gustos los colores… Bueno, es que… no hay verdades absolutas…
¿Y con los cristianos? ¿Qué pasa? Pues lamentablemente, en más ocasiones de las deseadas, viene a pasar lo mismo. Algunos cristianos, que han bebido tanto de estas disoluciones, cuando encuentran un conflicto entre su ideología y su fe, ésta siempre resulta relegada. En muchas ocasiones, actúan o se pronuncian sin ni siquiera consultar lo que dice la Biblia. Sin vacilar, sin dudar… eligen lo que ellos han creado en su cabeza como “lo correcto”, sin darse cuenta que son dirigidos por un relativismo que no viene de parte de Dios. Asumiendo como espirituales ese tipo de conductas…
Hoy en día la perspectiva ante divorcios, adulterios, relaciones prematrimoniales, el hecho de que una pareja viva junta antes de casarse… son analizabas bajo el prisma del relativismo y de lo que marca la actualidad social. Si estas cosas tan gruesas son tratadas con la misma ligereza e indiferencia que el mundo las trata… ¿Qué pasará con las mentiras, envidias, celos, contiendas, enemistades, avaricias…?
Recordemos que sólo hay una verdad. Una única verdad, pero los interesados y los manipulados son incapaces de verla.