Hace tres días leí la noticia de que un predicador bautista fue detenido en Gran Bretaña por “el delito” de decir que “la homosexualidad es un pecado a los ojos de Dios”. El policía que actuó en este caso se presentó como un gay y “agente de enlace con las organizaciones de homosexuales de la zona”.
El predicador, fue acusado de crear “acoso, alarma o angustia” al enumerar los pecados que aparecen en la carta de San Pablo a los Corintios, y entre los que aparece la homosexualidad. Tras pasar varias horas en un calabozo fue puesto en libertad bajo la condición de que no predicara más en la calle.
La situación la relata así la prensa: Los hechos se produjeron cuando Dale McAlpine repartía material religioso y debatió con una mujer sobre la fe. Entonces habló de una cita bíblica en la que se decía que la homosexualidad aparecía en una lista de pecados junto a otros como la blasfemia, la fornicación o el adulterio.
Una vez dicho esto, la mujer se alejó y alertó a un policía de zona que había en un lugar cercano. Éste se acercó y le advirtió que estaba usando un lenguaje racista y homófobo. El predicador le replicó que no era homófobo y se limitó a lo dicho en la Biblia. Y a renglón seguido fue donde surgió la polémica puesto que el agente se identificó como gay y como oficial de enlace con el Colectivo de Gays y Lesbianas de la policía del condado.
En el siglo XVII los inquisidores presionaron a Galileo mediante un proceso para que abjurase de su creencia heliocéntrica, pues se consideraba una herejía a la teoría ptolemaica impuesta por las autoridades que obligaban a enseñar y creer que la tierra era el centro del universo. Así que aunque se vio obligado a retractarse por las presiones, le atribuyen una frase que pasó a la historia: “Eppur si muove” (…pero se mueve). Los nuevos inquisidores han presionado al predicador bautista McAlpine, quién como Galileo, ante las presiones de que no hablase más de la homosexualidad, concluyó diciendo: “Pero sigue siendo pecado.” La frase de Galileo entró a formar parte del lenguaje jurídico para expresar que aunque la relevancia de un hecho pueda ser negada, este pese a todo es totalmente verídico
Han transcurrido ya siete años desde que impartí los estudios sobre la conducta homosexual cuyo contenido se puede descargar de la sección de Biblioteca/libros de nuestra web, y ya anticipaba yo en aquel tiempo de la persecución que se aproximaba por parte de unos crecidos colectivos gay contra la libertad de expresión y contra la fe cristiana. En los últimos tiempos hemos leído noticias con ejemplos de tales persecuciones en Suecia, EEUU, Gran Bretaña y España, acuérdense del llamado “caso Zapata”. Las acusaciones de homofobia que han padecido predicadores cristianos por exponer sus creencias con respecto a la reprobación espiritual de la homosexualidad bajo la fe cristiana y la revelación bíblica, que es nuestra regla de fe y conducta han ido aparejadas con el activismo en el interior de algunas denominaciones para “suavizar” lo que claramente está condenado en la Biblia, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, hasta el punto de llegar a admitir al cargo de pastores de tales denominaciones a homosexuales activos.
Estas persecuciones y/o presiones se van a multiplicar en la medida que los lobbies gay siguen acumulando poder político y social, así que se abren tres posibilidades: la primera, sostener contra viento y marea, nunca mejor dicho, los principios de nuestra fe a pesar de las persecuciones; la segunda, guardar silencio ante el tema incluso si somos preguntados directamente, respondiendo con evasivas; y la tercera, ponerse decididamente del lado de los colectivos gay promoviendo la censura de ciertos pasajes de la Biblia, atacando como homófobos ó gentes de extrema derecha a quienes no renuncien a defender sus convicciones morales y espirituales basadas en la Palabra de Dios, mientras que promueven “exegesis” favorecedoras de las tesis homosexuales y para dar ejemplo la entrega de cargos eclesiales a los homosexuales.
En otros tiempos, y por otras cuestiones de índole semejante, nuestros antepasados en la fe se encontraron también en encrucijadas semejantes: perseverar en todos los contenidos de la fe ó contemporizar con quienes la atacan ó incluso colaborar activamente con ellos. Juan el Bautista hubiese conservado la cabeza con solo mirar para otro lado el ilícito divorcio de Herodes y su ilegítimo matrimonio con su cuñada. En estos momentos a mi me gusta traer al recuerdo las palabras de Josué: “temed a Jehová, y servidle con integridad y en verdad;… Y si mal os parece servir a Jehová, escogeos hoy a quién sirváis; si a los dioses a quienes sirvieron vuestros padres, cuando estuvieron al otro lado del río, o a los dioses de los amorreos en cuya tierra habitáis; pero yo y mi casa serviremos a Jehová.
Yo, como el apóstol Pablo, no me avergüenzo de Aquel a quién he creído, ni renuncio a participar de las aflicciones por el evangelio, sabiendo que nuestro señor Jesucristo ya anunció que nos echarán mano, y nos perseguirán, y nos entregarán a los concilios y a las cárceles, y que seremos llevados ante autoridades y tribunales por causa de su nombre. Pero que esto será una buena ocasión para dar testimonio (Lucas 21:12-13), y que de la misma manera que el fue perseguido, también lo seremos nosotros (Juan 15:20), dando paso a la bienaventuranza de padecer por causa de la justicia (Mateo 5:10), pues es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios (Hechos 14:22).
Así que teniendo en mente las palabras de Jesús y de nuestros mayores en la fe también estoy dispuesto a decir, sin complejos, que yo también creo que la homosexualidad es pecado. Y que esta afirmación procede de la declaración del mismo Dios, de lo inspirado por su Santo Espíritu a los autores sagrados y que esto no tiene nada que ver con la legalidad que los hombres pueden establecer, es Dios quien determina que es pecado y no los hombres, de tal manera que como cristiano no puedo decir otra cosa.
Ahora, como estudioso del tema, y también sin complejos, declaro que ningún científico ha podido demostrar que la homosexualidad sea una característica genética, es decir, que nadie nace homosexual, sino que son factores sociales ó decisiones personales quienes determinan que las personas mantengan esas conductas. De la misma manera afirmo que las relaciones sexuales homosexuales son contrarias a la naturaleza de los sexos que tenemos los seres humanos, y que muestran una clara complementariedad orientada a la reproducción en la unión heterosexual. También afirmo que las personas que se someten a un cambio quirúrgico de sexo no se convierten en individuos de ese sexo, sino que siguen siendo del anterior con ciertas modificaciones artificiales. Es decir, que un varón que se hormona y se somete a intervenciones quirúrgicas, pretendiendo ser una mujer, no deja por ello de ser un hombre, que no podrá reproducirse con arreglo a su nuevo sexo artificial, que no tendrá menstruación, que no tendrá menopausia, ni las demás características naturales del sexo pretendido. Y lo mismo sucede al revés, si una mujer se trata con hormonas masculinas, pese a ello no tendrá erección natural, no producirá el semen masculino, ni dejará de ser una mujer en muchas de sus características. De la misma forma también afirmo que un ano no es un órgano sexual, ni está relacionado con la reproducción.
Si decir estas verdades, aunque parezcan de Perogrullo, me van a conducir a la cárcel y convertirme en objeto de las iras de ciertos colectivos y de las leyes que con sus influencias puedan conseguir imponer en las sociedades humanas, pues creo que con la ayuda de Dios estoy dispuesto, porque tengo temor de Dios y no puedo olvidar su seria advertencia: ¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo! (Isaías. 5:20). Y porque es necesario obedecer antes a Dios que a los hombres (Hechos. 5:29).