Quiero comenzar esta Sección agradeciendo en primer lugar a los jóvenes que coordinan esta magnífica web, su esfuerzo y trabajo por dar gloria a Dios. Con este nuevo formato dan un salto de calidad, teniendo en cuenta que el listón ya lo habían situado muy alto.
En segundo lugar, quiero agradecerles la oportunidad de poder colaborar regularmente con estos artículos y espero que los que os deis una vuelta por este rincón encontréis algo que pueda ser de vuestro interés.
El mundo de la literatura tendrá un lugar de honor en esta Sección. Hoy día se lee poco, los jóvenes casi nada, pero los libros son un tesoro que hay que proteger porque, como bien dijo C.H. Spurgeon: “Valoro los libros por el bien que pueden hacer a las almas de los hombres”.
En este primer artículo voy a hablaros de un libro que está siendo todo un éxito de ventas y que tiene aspectos muy interesantes que quiero resaltar. Se trata de “La crisis ninja”, de Leopoldo Abadía (Editorial Espasa Calpe, 2009). El autor se ha hecho famoso por un informe que publicó en su blog en el que explicaba la actual crisis económica mundial a través de la denominada “Teoría Ninja”. Según esta teoría el origen de la crisis se encuentra en los bancos de Estados Unidos que, por el poco margen de beneficio que tenían, ofrecieron hipotecas a los “ninjas” (no income, no job, no assets;: o sea, sin ingresos fijos, sin empleo fijo, sin propiedades), las llamadas hipotecas subprime, con un gran riesgo de impago.
El libro expone de forma fácil, sencilla y divertida todas las claves de la crisis, pero las reflexiones del autor van más allá de lo económico y esta es la causa de que haya elegido este libro como punto de partida de mis artículos.
“Hay gente que explica las cosas para que no se entiendan”
El éxito de Leopoldo Abadía ha puesto de manifiesto la necesidad que tiene la gente de que se les hable de una forma sencilla, que puedan entender. En contraste con los políticos, que pueden estar hablando durante horas sin decir nada, Abadía habla muy claro, lo que dice se le entiende. Esto me hace pensar en el lenguaje que usamos los cristianos cuando predicamos el evangelio. Muchas veces nuestra “jerga evangélica” convierte nuestro mensaje en una serie de frases que el inconverso no entiende.
Nuestro Señor Jesucristo es el ejemplo que debemos seguir a la hora de presentar el evangelio. Sabía adaptarse al auditorio y ser profundo con el que le podía entender y sencillo con las personas de un nivel cultural más bajo. Ilustraba sus mensajes con historias cotidianas, aunque también es cierto que las mismas parábolas se convertían en un elemento de juicio para los de corazón endurecido “Por eso les hablo por parábolas: porque viendo no ven, y oyendo no oyen, ni entienden” (Mateo 13:13-15). Pero este juicio le corresponde al Señor, nuestra responsabilidad es presentar el evangelio de forma que pueda ser comprendido por el que lo escucha.
“La gente debe exigir que se les hable de forma inteligente”
La sociedad actual está convirtiendo a las personas en “borregos”. Los medios de comunicación ofrecen todo tipo de programas basura donde los protagonistas son personas cuyo único mérito es haber participado en un concurso o haberse liado con alguien famoso. El contenido de estos programas es un atentado a la inteligencia y forman parte de una oferta que tiene como consecuencia que la gente no piense. Internet es otro fenómeno que tiene aspectos positivos, pero que puede ser una herramienta para lo que algunos han denominado “la estupidez de la muchedumbre”. Con este planteamiento la telebasura puede cumplir una buena función, como fue en el caso del humorista Groucho Marx: “La televisión ha hecho maravillas por mi cultura. En cuanto alguien enciende la televisión, voy a la biblioteca y me leo un buen libro”.
En contraste, el evangelio se dirige a la mente del hombre. La sencillez de corazón no tiene nada que ver con vaciar la mente, sino con entender nuestra posición pecadora y dependiente de Dios. La sociedad actual evita que el hombre piense, pero el evangelio pretende todo lo contrario y apela a la transformación por medio “de la renovación de vuestro entendimiento” (Romanos 12:2). Por supuesto, sin la obra del Espíritu Santo, esto sería completamente imposible.
“Lee menos y discurre más”
Citar esta frase de Leopoldo Abadía puede parecer incongruente en mi caso, ya que tengo la intención de defender la lectura. Pero comparto en su totalidad el sentido de esta afirmación. La lectura también puede convertirnos en “borregos” si no aprendemos a reflexionar sobre lo que leemos. La Biblia nos exhorta a examinarlo todo y retener lo bueno. Esto es algo inusual en una sociedad postmodernista que, en palabras de Ravi Zacharías “escucha con los ojos y piensa con los sentimientos”. Pero no podemos quedarnos con los superficial ni conformarnos con lo que nos cuentan, sino que debemos tener el “espíritu de Berea”, cuyos habitantes “recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así”. (Hechos 17:11).
“El sentido común sirve para entender situaciones y dar soluciones a problemas”
Cuando hablamos sobre cómo conocer la voluntad de Dios en las decisiones que tomamos en nuestra vida, nos solemos olvidar de un aspecto importante que es “el sentido común”, al que se ha denominado el “menos común de los sentidos”. El escritor Gerardo De Ávila dice que “Dios nos ha dado el sentido común para no tener que revelarnos lo que es evidente”. La mayoría de las situaciones que se nos plantean en la vida no precisan de una “visión divina” para afrontarlas, simplemente necesitan que usemos la cabeza. El sentido común del cristiano debe estar formado por la obra del Espíritu Santo a través de la Palabra de Dios que nos hace que el hombre de Dios “sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2ª Timoteo 3:17).
Claridad, inteligencia, reflexión y sentido común, son las premisas a seguir que nos plantea el autor de este libro y que coinciden completamente con la enseñanza que tenemos en el Libro de los libros, la Biblia. Espero que estos cuatro aspectos nos acompañen también a lo largo de estos artículos ¡por lo menos en los autores citados!
Como habéis podido comprobar todavía no he hablado de la crisis económica, pero eso es algo que dejo para el siguiente artículo. Os puedo asegurar que el libro de Leopoldo Abadía nos va a seguir ayudando a reflexionar sobre la crisis y otros aspectos más importantes de la vida.