He tratado en los artículos anteriores de los principios de Dios y quiero aclarar unas cosas para que quede más claro. Seguir los principios de Dios no significa que Dios sea un dictador que nos obliga aceptar lo que Él dice, y si no aceptamos eso nos condena, sino que Dios es el que sabe mucho mejor que nosotros mismos lo que necesitamos. Siguiendo el camino que Él nos enseña encontraremos la felicidad, la perfección, el éxito y el sentido de la vida. Josué 1:8 El libro de esta ley nunca se apartará de tu boca: antes de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme á todo lo que en él está escrito: porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien.
Veamos un ejemplo: el fabricante de una maquina, cuando nos entrega el producto nos entrega un manual de instrucciones para que nosotros podemos poner en marcha la máquina. No podemos decir que el fabricante es un dictador porque nos dice que tenemos que enchufar la maquina solo a una tensión de 220v. Si nosotros queremos hacer lo que nos da la gana y enchufamos la maquina a una tensión superior la maquina se va quemar, o si lo enchufamos a una tensión inferior la maquina no va funcionar. Es lógico, pero es lo mismo con nosotros. Dios es nuestro creador y nos conoce. Sabe cual son nuestros puntos fuertes y cual son nuestras debilidades. Sabe lo que nos gusta y lo que no nos gusta. Conoce nuestro carácter y nuestro poder de amar, esperar, sufrir. Conoce nuestra paciencia e impaciencia, nuestra bondad y maldad. 2ª Timoteo 3:16-17 Toda Escritura es inspirada divinamente y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instituir en justicia, para que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente instruido para toda buena obra.
Nuestras convicciones sin embargo niegan esta realidad. Depositamos nuestra confianza en nosotros mismos y pensamos que nos conocemos bastante bien. Queremos vivir como nos plazca y pensando que así vamos a ser felices, pero diariamente las noticias nos muestran que no es así. Hombres que matan a sus mujeres. Mujeres que matan a sus maridos. Divorcios, separaciones, infidelidades, maltratos, engaños, discusiones interminables, gritos, maldiciones. ¿Todas estas personas no habían creído en sí mismos y en sus capacidades de elegir la persona que era el amor de su vida, y después de un tiempo, bastante corto, ha cometido alguno de estos hechos tan lamentables? Yo creo que sabiendo que Dios conoce a todas las personas mejor que nadie, debemos confiar plenamente en El. Lo decía el salmista Salmos 37:5 “Encomienda á Jehová tu camino, Y espera en él; y él hará.”
El primer paso, pues, es confiar en Dios plenamente, porque Él es fiel a sus promesas. Se debe pedir a Dios que guía nuestros pasos en la dirección correcta. Algunos piden a Dios señales que le hagan conocer que es la voluntad de Dios la que está desarrollándose, y yo creo que es correcto porque Dios es el mismo ayer hoy y para siempre. Como en la antigüedad, y no solo entonces, muchas personas acertaron porque confiaron, esperaron y pidieron con fe, aquello que Dios tenía preparado para ellos. Y no invirtieron los principios como otros que primero toman sus propias decisiones e iniciativas conforme a su voluntad, y más tarde es cuando oran pidiendo a Dios que apruebe lo que ellos ya han determinado e iniciado. Dios nos ha creado con un propósito a cada uno de nosotros. Este propósito únicamente puede ser cumplido siguiendo las instrucciones que El nos da, porque nos ama y quiere lo mejor para nosotros.
El segundo paso es aceptar lo que Dios te de. Hablando de este tema, unos desconfiados me dijeron: Y si Dios da una ciega ¿se debe aceptar? El simple hecho de buscar estas salidas es ya una forma de rebeldía interior y oculta al sistema de Dios. Dios no hace bromas con nosotros cuando buscamos con sinceridad su guía y comunión. Jesús dijo en Mateo 7:9-11 ¿Qué hombre hay de vosotros, á quien si su hijo pidiere pan, le dará una piedra? ¿Y si le pidiere un pez, le dará una serpiente? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas á vuestros hijos, ¿Cuánto más vuestro Padre que está en los cielos, dará buenas cosas á los que le piden? Y aun cuando fuese un ciega, podemos estar seguros que es lo mejor para nosotros. Los fracasos, las infidelidades y las desgracias familiares no suelen tener como origen que uno de los cónyuges sea ciego.
He oído de personas que pensaron que podían engañar a Dios. Empezaron a asistir a una iglesia evangélica, y luego de un tiempo allí encontraron a la persona que pensaron que era la persona perfecta para ellos. Durante un tiempo se comportaron como personas sinceras hasta que se casaron, pero después de la boda el marido dice: se acabo con la religión y con Dios. Ya he obtenido lo que quería. Entonces su esposa le contesté: Eso mismo había pensado yo, y por esa razón venía a esta iglesia. Gálatas 6:7 No os engañéis: Dios no puede ser burlado: que todo lo que el hombre sembrare, eso también segará.
El tercer paso es participar en el buen funcionamiento de la relación. La persona que Dios te da no es un objeto de decoración para ponerlo en el salón y admirarlo. No. No es ni una persona que te va servir para que vivas como si tú fueses un rey o una reina. Es una persona que necesita lo que tú necesitas. Cada uno debe ofrecer a su esposo ó esposa aquello que él ó ella esperan recibir. Es el principio de la reciprocidad: Lucas 6:31 Y como queréis que os hagan los hombres, así hacedles también vosotros.
El cuarto paso. No debes pensar que la persona que Dios te da es perfecta. Todos estamos imperfectos pero podemos progresar hacia la perfección juntos con paciencia y en amor. No debemos intentar perfeccionar a nuestro cónyuge desde la perspectiva de que nosotros somos perfectos, porque este un punto en el que suelen comenzar las discusiones. Cada uno mirando al otro puede ver las imperfecciones, pero cuando uno cree que es perfecto el otro le va mostrar sus fallos. Es el mismo principio de la reciprocidad.
Se equivocan aquellos que piensan que el fundamento de un matrimonio son las relaciones sexuales. Pero la legalidad moral de estas se encuentra únicamente en el ámbito del matrimonio. Fuera de el la relación sexual es un grave pecado cometido en el cuerpo y contra el cuerpo (1ªCor. 6:18). El fundamento del matrimonio es el que componen el amor, la comunicación, la paciencia, la esperanza, la tolerancia y el respecto.
El quinto paso y más importante es mantener una buena relación con Dios. Cuando nos alejamos de Dios, nuestra relación con Él se enfría. Si perdemos el respeto a Dios perderemos también el respeto a nuestro cónyuge y la relación se enfriará. Una vez enfriada la relación, aparecerá el orgullo y luego la falta de comunicación. Este es el comienzo de una crisis en el matrimonio.