abuelo e hijo se abrazan tras reconciliarse
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 Cuando hablamos del libro de Job, nos viene a la cabeza la paciencia que mostró este hombre de Dios ante las adversidades y los sufrimientos que pasó. Este libro también nos sirve para ver y analizar un tema tan importante como es el de la justificación, o como la voz de la juventud no debe ser despreciada por el simple hecho de su aparente inexperiencia. Sin embargo, aprendí otra lección de Dios, muy sencilla y muy evidente.

     En el libro de Job encontramos un gran intercambio de opiniones entre distintos personajes: Job, Elifaz, Bildad, Zofar y Eliú. Los argumentos que aportan todos son muy interesantes, profundos y llenos de lógica, sin embargo es conveniente leer el libro de una forma peculiar, para poder analizar con la óptica de Dios los argumentos que da cada uno. Mi consejo es que el libro de Job debe leerse de la siguiente manera: Primeramente, los capítulos 1 y 2; en segundo lugar, el capítulo 42; y por último desde el capítulo 3 hasta el final. ¿Por qué? Pues porque es Dios quien sienta cátedra y quien aprueba los argumentos de cada persona que ha participado a lo largo de este episodio. Si leemos, el libro del capítulo 1 al 42, puede que lleguemos al final y nos sorprenda la reacción de Dios, porque en varios pasajes coincidiremos con los argumentos de Elifaz, Bildad y Zofar.

     Este libro cuenta que Job tuvo que soportar las pruebas más duras con las que Satanás le atacó. Job perdió sus bienes, parte de su familia falleció, padeció una enfermedad de una desesperación indescriptible… Al final Job, cansado y amargado, maldijo hasta el día en que nació, comenzó a quejarse y empezó a justificarse ante sus amigos y ante Dios.

     Llegado un punto, Dios decide intervenir y enseñar a Job el lugar de cada uno, convencerlo de su ignorancia y de que ningún hombre puede invalidar el juicio de Dios ni su justicia (Cap. 38-41). Ante esta manifestación de Dios, Job se lamenta y se arrepiente en polvo y en ceniza (Job 42:6).

     Y es curioso lo que pasa a partir de aquí. El texto dice (Job 42:7-10): “7 Y aconteció que después que habló Jehová estas palabras a Job, Jehová dijo a Elifaz temanita: Mi ira se encendió contra ti y tus dos compañeros; porque no habéis hablado de mí lo recto, como mi siervo Job. 8 Ahora, pues, tomaos siete becerros y siete carneros, e id a mi siervo Job, y ofreced holocausto por vosotros, y mi siervo Job orará por vosotros; porque de cierto a él atenderé para no trataros afrentosamente, por cuanto no habéis hablado de mí con rectitud, como mi siervo Job. 9 Fueron, pues, Elifaz temanita, Bildad suhita y Zofar naamatita, e hicieron como Jehová les dijo; y Jehová aceptó la oración de Job. 10 Y quitó Jehová la aflicción de Job, cuando él hubo orado por sus amigos; y aumentó al doble todas las cosas que habían sido de Job”.

     Dios acusa a los amigos de Job de haber actuado mal con él. Les indica que vayan junto a Job y hagan un sacrificio por lo que le han hecho, y no sólo eso, les dice que sólo les perdonará si Job intercede por ellos mediante una oración. Dicho de otro modo: “Si Job os perdona, Yo os perdono”.

     Como podemos ver en numerosos ejemplos en la Biblia, cuando hay una persona que se humilla delante de Dios y se arrepiente por sus pecados, Dios es fiel y justo para perdonar (1ª Juan 1:9). Ahora bien, Dios demanda que el perdonado a su vez sea movido a misericordia, y esté dispuesto a perdonar a aquellos que vienen arrepentidos por algo que han hecho mal.

     Y es curioso, aunque Job se arrepintió (Job 42:1-6) y encontró el perdón de Dios, no fue bendecido hasta que hubo orado por sus amigos. Y la bendición de Dios tras el perdón fue inmensa, hasta el punto que Dios bendijo su postrer estado más que lo había bendecido antes de que Satanás llegase para atacarle. Tuvo grandes posesiones, hijos e hijas y vivió hasta la cuarta generación de sus descendientes, lleno de días y en una dulce vejez.

     Job faltó a Dios, pero se arrepintió y Dios le perdonó. Elifaz y sus amigos afrentaron a Job, se arrepintieron y Job les perdonó e intercedió por ellos. De ambos casos aprendemos una norma máxima: SIN ARREPENTIMIENTO NO HAY PERDÓN. Pero si vamos más allá podemos completar esta afirmación diciendo que SIN PERDÓN NO HAY RESTAURACIÓN NI BENDICIÓN.

     Una cosa de la que me di cuenta hace ya mucho tiempo, es que en el mundo en el que vivimos la gente rehúye todo lo que suene a arrepentimiento. En ocasiones, después de hacer algo que no es correcto, únicamente queda en nosotros una inquietud o un sentimiento de pesar interior por lo que hemos hecho. A esto se le llama remordimiento. No siempre nuestro orgullo permite que ese sentimiento de pesar tenga el recorrido suficiente para que el remordimiento llegue a ser un arrepentimiento pleno.

     ¿Cuál es la diferencia entre remordimiento y arrepentimiento? Pues muy sencilla. El remordimiento es el estado de pesar en que se encuentra una conciencia abatida, mientras que el arrepentimiento va más allá, es el propósito que surge tras un sentimiento de deuda con el agraviado y que mueve al deudor a intentar reparar o disminuir el daño causado. El remordimiento es reflexivo y estático, mientras que el arrepentimiento exige reflexión y acción. Uno no hace nada, aparte de lamentar lo ocurrido, mientras que el otro encamina todos sus esfuerzos y lo que esté en su mano para salvaguardar y cuidar los pedazos que puedan quedar tras haber hecho algo malo sobre lo que es responsable.

     Muchas veces que hacemos algo mal u ofendemos a alguien, pensamos que la relación que ha sido dañada se arreglará si dejamos pasar el tiempo suficiente o guardamos las distancias oportunas. Esto es un gran error. Una persona que ha agraviado a otra, solamente podrá obtener perdón si el ofendido se lo da. Nadie más está capacitado ni tiene la autoridad para otorgar el perdón que aquel que ha sufrido la afrenta. Pero ¿Cómo va a ser perdonado alguien si no se arrepiente?¿Y cómo puede esperar el otro ser bendecido por Dios, si no perdona al arrepentido? Como dice Mateo 6:15 “mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas”.

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